sábado, 10 de noviembre de 2012

De Pericles a Obama...

Cuando Obama pronunciaba su discurso de la victoria en las pasadas elecciones presidenciales, a primera hora de la mañana, en estas latitudes, no pudo evitar realizar una amplia alabanza a la democracia y a las virtudes y beneficios que este régimen político tiene respecto a otros. 

                                

'...Las elecciones importan, es una cosa grande, no pequeña. Es importante. La democracia en una nación de 300.000.000 habitantes puede ser ruidosa, liosa, complicada: cada uno tiene su opinión, sus propias creencias y cuando pasamos momentos difíciles, cuando hay que tomar decisiones grandes como país, necesariamente, ahí surgen las pasiones, las controversias y eso no va a cambiar esta noche, no debería. Estas disputas que tenemos son las marca de nuestra libertad. Y no podemos olvidar que ahora mismo, mientras hablamos, gentes de otras naciones están arriesgando sus vidas siemplemente por tener la oportunidad de discutir sobre temas que importan, por tener la posibilidad de emitir los votos que nosotros hemos emitido esta noche...'

Barack Obama

Pues bien, como ya sabéis, no hay nada nuevo bajo el Sol -Nihil novum sub sole-. Pericles, el más famoso de los políticos de la Grecia clásica, ya pronunció en su época, tras una victoria en una batalla, un discurso alabando la democracia y los beneficios que esta tuvo en la Atenas del s. V a.C.





'...Disfrutamos de un régimen político que no imita las leyes de los vecinos; más que imitadores de otros, en efecto, nosotros mismos servimos de modelo para algunos. En cuanto al nombre, puesto que la administración se ejerce en favor de la mayoría, y no de unos pocos, a este régimen se lo ha llamado democracia; respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intereses particulares; en lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún aspecto puede acceder a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus méritos que por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte, su oscura posición le impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene la posibilidad de hacerlo.
Tenemos por norma respetar la libertad, tanto en los asuntos públicos como en las rivalidades diarias de unos con otros, sin enojarnos con nuestro vecino cuando él actúa espontáneamente, ni exteriorizar nuestra molestia, pues ésta, aunque innocua, es ingrata de presenciar. Si bien en los asuntos privados somos indulgentes, en los públicos, en cambio, ante todo por un respetuoso temor, jamás obramos ilegalmente, sino que obedecemos a quienes les toca el turno de mandar, y acatamos las leyes, en particular las dictadas en favor de los que son víctimas de una injusticia, y las que, aunque no estén escritas, todos consideran vergonzoso infringir...'

Historias II, 35-46, Tucídides 

No sabemos si Obama leyó el discurso de Pericles, de hecho, no podemos asegurar ni siquiera que lo conozca. Ahora bien, las semejanzas quedan bien patentes.